"¿Por qué será que cuando tenemos la felicidad soñada entre las manos, no la saboreamos más a fondo? ¿Por qué seremos tan inconscientes y nos cuesta identificar el momento de gloria? ¿Por qué la felicidad se nos pasa desapercibida en el segundo mismo en que la estamos viviendo, y luego toca revivirla a punta de recuerdos?"
En más de una ocasión, todos nosotros puede que nos hayamos preguntado lo mismo, y seguramente la mayoría coincidiríamos en que el momento en que estas preguntas aparecieron en nuestra cabeza, fueron instantes en que creíamos que lo habías perdido todo, o que aquéllo que nos hacía sentir bien se acababa de esfumar ante nuestras narices, y que todo pasaba a tener un tono grisáceo, puede que hasta borroso. Esto me hizo pensar en la cantidad de instantes que vivimos cada día, instantes que se convierten en fugaces, ya que muchas veces no somos conscientes de que los vivimos hasta que ya han pasado y como dice la frase, luego nos toca vivirlos en forma de recuerdos; y siempre al final, me acabo preguntando hasta que punto los recuerdos que guardamos son verdaderos y no son una idealización, una idealización que muchas veces puede llegar a rozar la perfección.